Entrevista a Oscar Hernández, lider de la Spanish Harlem Orchestra
El director de la Spanish Harlem Orchestra se presenta como uno de los pocos músicos que tocó con la mayoría de las figuras clave de la salsa. Conversamos sobre por qué cree que el género todavía es importante.
MANHATTAN — Oscar Hernández toca el piano concentrado, como si intentara descifrar algo. Cada tanto aparta la vista de las teclas para dar instrucciones a su banda. Pero cuando llega el solo de piano sonríe con sus dientes grandes, el mismo gesto que vieron antes Tito Puente, Celia Cruz, Ray Barretto y tantas otras celebridades de la salsa que tocaron con él.
Esta noche es la gala de la Comisión latina sobre el SIDA, una causa que involucra a Hernández a nivel personal: uno de sus hermanos murió por esta enfermedad. “Era adicto a la heroína, tuvo una vida difícil”, dice Hernández en una entrevista telefónica al día siguiente. “Creo que pude tener una vida diferente gracias a la música”.
Pianista, arreglista y compositor, Hernández es conocido internacionalmente por ser el director de la Spanish Harlem Orchestra (SHO). Desde su fundación en 2002, la banda ha publicado ocho discos y ganado tres Grammys. “Y no latinos, Grammys americanos”, destaca Hernández.
La SHO publicó su disco más reciente en mayo de este año. Cuando le preguntan qué tiene de nuevo el disco, Hernández responde medio en broma: “Nada”. “Hay canciones nuevas y arreglos nuevos, pero el sabor y el concepto ya están claros”, explica. Pero Hernández no es un músico cerrado a otros géneros. De hecho, fue el director musical de la obra The Capeman, de Paul Simon; hizo los arreglos de la banda sonora de Sex and the City; y tan solo un mes atrás grabó los arreglos para una canción de Calle 13. “Lo apoyo porque es un artista que tiene impacto con lo que hace”, dice en referencia a Residente.
Esta entrevista fue editada por razones de claridad y brevedad.
En su casa, cuando era niño, ¿se escuchaba música?
La verdad que no. Y tampoco había músicos en la familia. La música se escuchaba en el barrio; entraba a través de las ventanas. Mis hermanos iban a bailes o conciertos para escuchar música. Yo era uno de los menores y, obviamente, escuchaba lo mismo que ellos.
¿Y cómo llegó al mundo de la música?
A los 12 años se me presentó la oportunidad de aprender a tocar la trompeta en un boys club. Tenía un maestro increíble que me consiguió una trompeta bien barata. Pero yo tenía problemas con la parte física de la trompeta y este profesor, después de un año y medio, me dijo que pensara en cambiar al saxofón o al piano. Y fue como destino de Dios: entonces le regalaron un piano a mi hermano mayor. Él era el superintendente del edificio donde vivíamos y arregló uno de los cuartos del sótano. Lo pintó, lo puso bien lindo como si estuviera creando un espacio para mí, sin saber lo que iba a pasar. Poco a poco fui aprendiendo por mi cuenta. A los 16 años ya tocaba en orquestas juveniles y fue entonces cuando hice mi primera grabación profesional. Entre los 17 y los 30 años estuve tocando con músicos excelentes que fueron una educación que no se podía comprar en la mejor universidad del mundo. Así fui involucrándome en el panorama musical de Nueva York. Pero todo empezó con una casualidad que yo no me puedo explicar. No soy súper religioso, pero creo que hay un Dios que ha destinado cosas para mí. Te puedo dar 20 ejemplos más.
¿Qué otro ejemplo?
Nunca había tenido ambiciones de ser líder de banda, a pesar de que hacía arreglos y producía para otros. En 2000 me llamó alguien [Aaron Levinson] que tenía un negocio con Warner Brothers Records para producir un disco. Él era productor, no músico. De ahí nació la Spanish Harlem Orchestra. Él puso hasta el nombre de la banda. Entonces me di cuenta de que estaba destinado a ser director de orquesta, a poner mi sello, mi corazón, mi cerebro y mi concepto. Sé que estaba destinado porque soy muy bueno en lo que hago. Es como si me hubieran dicho: “Mira, pendejo, despierta, esto es lo que tú tienes que estar haciendo”.
¿Cómo marcó su carrera el hecho de ser puertorriqueño?
Mis padres nacieron y se criaron en Puerto Rico. Vinieron a esta ciudad como mucha gente en los años 50, buscando una mejor vida. Había miles de personas que estaban en lo mismo y crearon una comunidad aquí. Era un movimiento cultural en la ciudad de Nueva York y yo me crié en eso. Crecí claramente con el sentido de que soy latino. Tú me puedes poner en la luna y yo soy un puertorriqueño de Nueva York.
En sus 50 años de trayectoria usted ha sido testigo del cambio en el escenario cultural latino de Nueva York. ¿Qué significaba la salsa cuando comenzó y qué significa ahora?
Para mí, la salsa sigue siendo importante porque es un género de música real, que tiene una historia y un legado. Aunque al principio a algunos no les gustaba la palabra salsa porque creían que no era justo que se usara un solo nombre para los diferentes ritmos: un guaguancó, un chachachá, un son montuno, una guaracha, un bolero, un seis por ocho. Le pusieron salsa como un nombre comercial, y tenía sentido para hacer las cosas más fáciles. Y el nombre pegó. Esta música sigue teniendo un impacto hoy en día, lo que pasa es que las generaciones nuevas no conocen la historia.
¿Dónde ve el impacto en la actualidad?
Spanish Harlem ha viajado a Rusia, Australia, África, Japón y casi todos los países de Europa. ¿Qué te dice eso? Que hay gente interesada en lo que estamos haciendo. No tiene el mismo color que en los 70, porque las dinámicas que existían entonces eran completamente diferentes. Había un movimiento cultural de gente que trataba de identificarse y echar pa’lante en la ciudad. Y la música los unía. Esto no existe de esa manera hoy en día.
Trabajó con una larga lista de referentes de la música latina. ¿Cuál lo marcó más?
Es difícil escoger uno. Con Ray Barretto grabé siete discos y es indiscutible la excelencia de todos, empezando por Rican/Struction. La época con Rubén Blades fue increíble. También duré 13 años con él, como director musical y arreglista. Trabajé con Juan Luis Guerra; últimamente con Gloria Estefan. Soy uno de los pocos músicos que ha trabajado con Machito, Tito Puente, Celia Cruz y puedo mencionarte 20 más que ya no están aquí. Pues, solamente es mi turno de mantener la bandera en alto.
La cultura latina tiene nuevas expresiones, como el reguetón, que le dieron una mayor visibilidad. ¿Cómo interpreta este fenómeno?
Creo que tiene más visibilidad global, pero en los 70 casi todo surgía aquí, en Nueva York. Cuba era la raíz del movimiento, pero había artistas que no eran cubanos, como Tito Puente, Tito Rodríguez, Cheo Feliciano, Ray Barretto y Eddie Palmieri. Su música solo podía desarrollarse aquí, en Nueva York, por el movimiento cultural que había.
¿Y qué opina del reguetón?
El reguetón es una música de la juventud. Toda juventud busca su manera de expresarse. Me molesta decir esto, pero encuentro que generalmente es música mediocre. La gente me dice: “Oye, ¿por qué tú no grabas un reguetón?”. ¿Y por qué yo voy a grabar eso? Sería una mentira para mí. Esa no es mi música. Grabo lo que siento y viene de un lugar muy profundo de pasión, amor y respeto. No me atrevo a hacer un reguetón para ser comercial. Amo todo lo que hemos grabado con la Spanish Harlem. Y hubo reconocimiento, porque hemos ganado tres Grammy. Y no latinos, Grammys americanos. ¿Qué te dice eso? Que hay gente que reconoce el valor de lo que estamos haciendo a nivel artístico. Aunque nuestra misma gente no se dé cuenta.
¿Qué le diría a los jóvenes para que acerquen la salsa?
Creo que uno no está listo para escuchar algo hasta que está listo. Diría gracias a Dios por la gente inteligente que va más allá de lo comercial. Tengo claro que hay gente que busca esa calidad. Y los que busquen calidad, nos van a encontrar a nosotros.
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Una versión anterior de esta entrevista decía que Óscar Hernández compuso la banda sonora de Sex and the City, pero en realidad Hernández hizo los arreglos de esta banda sonora además de tocar el piano y el teclado de la canción.